En
esta clase, primero abordamos la película y el texto de “La sociedad del
espectáculo” de Guy Debord.
Hablamos
de cómo a través de las imágenes que usa en la película, Debord,
“desjerarquiza” lo jerarquizado, es decir pone en el mismo nivel de poder o de
status a personas, objetos, estereotipos, políticos, etc., para demostrar que
en esa época significan o representan a una sociedad que no se da cuenta de lo
que consume a través de imágenes. A esto le podemos dar el nombre de “teoría de
las imágenes” o “economía de las imágenes”.
También,
notamos la relación o reinterpretación de muchas teorías de Marx. Este propone
una enajenación del trabajo y la alienación del productor hacia la mercancía
que produce. Mas o menos, Debord, toma esta teoría para hablarnos sobre que
actualmente la sociedad vive en una enajenación de las imágenes. Es decir, la
imagen o representación que existe en nuestra sociedad, que nosotros
producimos, es completamente separada de nosotros. Pero al mismo tiempo, no logramos
disociarnos de las imágenes.
Luego,
nos empezamos a preguntar sobre ¿quién hace la imagen? ¿qué distancia hay entre
nosotros y la imagen? ¿desde dónde se habla? El receptor cobra más importancia,
mira las imágenes desde lo que él sabe y lo que no sabe. Es decir desde el
contexto consciente e inconsciente en el que vive, su bagaje cultural, lo que
lo rodea, los problemas o situaciones por las que a travesado (guerras,
traumas, etc.), su religión, todo con lo que crecemos influye al momento de ver
una imagen. Lo mismo sucede con el productor, crea desde lo que sabe y lo que
no sabe, es inevitable que esto suceda, pues lo que nos define, finalmente, es
lo que hemos absorbido a lo largo de nuestras vidas. A partir de que ahora
podemos mantenernos más conectados (internet) surgen nuevas mentalidades
relacionadas al contexto, tenemos más información.
Actualmente,
la noción del individuo, mas o menos, representa la noción del poder. Antes, el
productor o autor de una obra, era el que más importancia tenía. Con el
nacimiento de la imprenta, el autor tuvo un papel protagónico, su firma era
necesaria para las obras que hacía. Sin embargo, ahora, el autor moderno se
preocupa más por quién está mirando lo que produce.
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